088. Lo que Queda Después del Espectáculo
El mundo se redujo al espacio entre Selene y la bestia. El luisón se abalanzó con la fuerza de un tren de carga, esperando aplastarla, someterla con un solo impacto. Pero se encontró con un vacío. Selene no lo enfrentó de frente. Se deslizó hacia un lado en el último segundo, una torera evitando la embestida del toro. Mientras el monstruo pasaba de largo, desequilibrado por su propia inercia, ella giró y le hundió uno de los colmillos-daga en el muslo trasero.
La punta afilada, forjada en la esencia de su propia especie, se clavó profundamente. El luisón aulló, un sonido agudo de dolor y sorpresa. Se giró, furioso, intentando atraparla con sus garras. Selene ya no estaba allí. Se movía en círculos a su alrededor, una danza letal, obligándolo a girar sobre sí mismo, confundiendo sus ataques.
—¡Atacala! ¡No juegues con ella! ¡Sometela! —gritaba Mar desde un rincón, su voz una mezcla de frustración y excitación. El espectáculo no era el que ella había imaginado. No había una dominación