088.

La marea había subido más de lo previsto.

Selene se acercó a la orilla con la camisa negra pegada al cuerpo y el viento salado pegándole en la cara como una bofetada que no dolía, pero despertaba. Estaba sola. O eso creía.

La luna estaba detrás de nubes pesadas, pero aún así sentía su fuerza, como un zumbido mudo en el hueso. Ya no era una aliada. Era una espectadora silenciosa.

Se agachó. Tocó el agua. La misma reacción.

La piel enrojecida. La energía drenada. Ese pinchazo en el centro del pecho. Sal. Castigo.

—No me querés así… —susurró. La luna no respondió.

Los pies se le hundieron apenas en la arena húmeda. Sintió el frío. El metal de la faca de plata en su bota. Siempre encima. Desde que la había sacado del escondite.

Una figura se movió detrás. El viento trajo el aroma antes que la silueta. Fuego. Humo. Sudor.

Selene se dio vuelta despacio.

—No esperaba verte tan pronto.

Elio no sonrió. Solo se detuvo a pocos metros. Las manos en los bolsillos. El cuello de la chaqueta levantad
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