085.

El agua del baño seguía corriendo cuando Selene volvió a su habitación. Había dejado la ducha abierta como una excusa, como un refugio. Pero no se mojó.

Solo caminó por el cuarto envuelta en una toalla vieja, con los pies descalzos, dejando huellas húmedas en el piso de madera. Las gotas le recorrían la espalda como si la acariciaran dedos invisibles.

Encendió una vela.

No necesitaba luz. Quería fuego. Algo que ardiera mientras todo en ella parecía enfriarse.

Se sentó en el borde de la cama. Observó el símbolo que había dibujado sobre su pecho.

Ya no parecía tinta. Era más oscuro. Como si lo hubiera absorbido la piel.

Como si hubiera sido quemado, no dibujado.

Pasó un dedo sobre él. No dolía. Pero tampoco era piel.

Era… otra cosa.

Un canal. Una marca. Una grieta por donde su poder quería salir, pero no podía.

La toalla cayó al suelo. El cuerpo quedó expuesto. Pálido. Firme. Sensual.

Pero sin el pulso que la hacía loba.

Abrió el cajón. Sacó la pequeña daga de hueso que había heredado d
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