076. El Mensaje que se Escribe con Huesos
La idea de Selene no era una estrategia. Era una declaración de guerra escrita en el idioma de las bestias. Un idioma que Florencio, en toda su vida de caza y combate, nunca había aprendido, pero que ahora, observándola, comenzaba a entender de una forma visceral y perturbadora.
—No basta con matarlo —dijo ella, su voz un susurro helado mientras rodeaba el cadáver del luisón. Sus ojos azules, con ese brillo plateado intensificado por la adrenalina, no veían un cuerpo. Veían un lienzo—. Elio necesita saber quién lo mató. Y necesita saber que no le tenemos miedo. Que su terror no funciona con nosotros.
Florencio la observaba, fascinado y horrorizado a partes iguales. La mujer que horas antes temblaba en sus brazos ahora se movía con la autoridad de una suma sacerdotisa pagana preparando un sacrificio.
—¿Y cómo carajo le vas a decir todo eso? —preguntó él, su voz ronca.
—No se lo voy a decir. Se lo voy a mostrar.
Se arrodilló junto al cuerpo. Y comenzó el trabajo. Fue un acto de una