074. El Primer Diente en la Madera
El silencio se rompió.
No fue un aullido. Fue el sonido sutil, casi imperceptible para un oído humano, de un cable de lazo tensándose hasta el límite y luego cediendo con un chasquido metálico. Una de las trampas.
—Noroeste —susurró Selene desde la oscuridad de la habitación, su voz un hilo de acero—. Se están probando. Moviéndose lento.
En la sala, Florencio no respondió. No necesitaba hacerlo. Sus cuerpos ahora operaban en una sincronía instintiva. Se deslizó desde su posición en el sillón hasta quedar arrodillado junto a la ventana norte, el cañón de su fusil asomando apenas por una rendija del postigo. No veía nada. Solo la negrura absoluta del bosque. Pero confiaba en los sentidos de ella como si fueran una extensión de los suyos.
Un silencio tenso se instaló de nuevo. Un minuto. Dos. El único sonido era el de sus propias respiraciones controladas.
Luego, un golpe.
Sordo. Pesado. Contra la pared oeste de la cabaña. Como si alguien hubiera lanzado un saco de arena mojada. Un