071. Mi Traidora, Nuestra Trampa
El amanecer llegó, pero no trajo luz. La sensación de un peligro inminente se había adherido a las paredes de la cabaña, una humedad fría que ni el fuego de la chimenea lograba disipar. Selene no había vuelto a dormir. Se había quedado sentada en la cama, envuelta en una manta, escuchando los sonidos del bosque, tratando de descifrar el mensaje que su instinto le estaba gritando. Era una sensación de exposición, como si el techo de la cabaña hubiera desaparecido de repente, dejándola desnuda bajo la mirada de un cielo hostil.
Cuando Florencio despertó, lo supo al instante. No necesitó que ella dijera una palabra. Vio la tensión en su cuerpo, la forma en que sus ojos azules escaneaban las sombras, la quietud depredadora de un animal que ha olido al cazador.
—¿Qué pasa? —preguntó, su propia voz tensa, mientras se ponía de pie, el sueño desvaneciéndose ante la alarma silenciosa que ella emanaba.
—No lo sé —respondió Selene, y la honestidad en su incertidumbre era más aterradora que cua