072. Dos Cuerpos, una Trinchera
La decisión transformó la cabaña. El aire, antes cargado de desconfianza y deseo contenido, se afiló, volviéndose el aire de un nido de francotiradores antes del amanecer. Ya no eran un carcelero y su prisionera. Eran dos comandantes de un ejército de dos, planeando una defensa suicida.
—Bien —dijo Florencio, su voz ahora despojada de toda emoción que no fuera la eficiencia táctica—. Si vamos a convertir este rancho en una fortaleza, necesito saberlo todo. Sus capacidades. Sus debilidades. Olvidate de la política, olvidate de mí. Hablame como si yo fuera tu soldado.
Selene asintió. Era un lenguaje que entendía. Se acercó al mapa, que seguía extendido sobre la mesa como un campo de batalla en miniatura.
—Elio es arrogante —comenzó, su dedo trazando círculos alrededor de la cabaña—. Su arrogancia es su principal debilidad. No atacará de frente. Eso sería demasiado vulgar para él. Disfruta el juego psicológico, el terror. Mandará a su jauría primero.
—¿Cuántos? —preguntó Florencio.
—