069. Enséñame a Cazar como un Lobo
El eco del beso quedó suspendido en el aire, una vibración que cambió la química de la habitación. Se quedaron así, en el suelo, sobre la alfombra raída, sus cuerpos aún enredados, el sudor de la pelea mezclándose en una pátina compartida sobre su piel. El mundo exterior, con sus lobos y sus políticos, se desvaneció, dejando solo el microcosmos de esa cabaña y la abrumadora presencia del otro.
Florencio fue el primero en romper el hechizo. Se apartó de ella, no con brusquedad, sino con una lentitud que denotaba una lucha interna. Se sentó, pasándose una mano por el rostro, como si intentara reordenar sus facciones y sus pensamientos. La miró. Selene seguía en el suelo, recostada sobre un codo, la remera pegada al cuerpo por el sudor, el cabello revuelto, la respiración aún agitada. Nunca la había visto tan vulnerable y tan poderosa al mismo tiempo.
—Tu "entrenamiento"… —dijo él, la voz ronca—… es poco ortodoxo.
—Mi vida entera es poco ortodoxa, Lombardi —replicó ella, una media sonr