021. El Territorio de la Piel
El silencio que siguió al acto de Selene no fue un vacío. Fue una entidad. Pesado, espeso, cargado con la electricidad de una tormenta que se niega a estallar. El único sonido era el crepitar de los leños en la chimenea, un latido indiferente al duelo de voluntades que se libraba en la habitación.
Florencio seguía inmóvil en el sillón de cuero. El whisky olvidado. La máscara de control hecha añicos. Su mente, entrenada para el cálculo político, para la estrategia militar, para la lógica fría, se había quedado sin respuestas. Había anticipado lágrimas, gritos, súplicas, negociaciones. Había anticipado todo, excepto eso.
La desnudez como arma. La vulnerabilidad como manifiesto.
Sus ojos, esos ojos de cazador que todo lo medían, ya no la veían como un espécimen. El acto de ella había dinamitado esa distancia clínica. La había transformado, frente a él, de una "anomalía" a un ser. Un ser incomprensible, sí. Salvaje, sin duda. Pero con una voluntad de hierro forjada en un fuego que él ap