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Capitulo 4: la noche que quema

El tiempo se detuvo en el pasillo. La voz fría y posesiva de Demian resonaba en la cabeza de Valeria: "Estás marcada. Eres mía, te guste o no."

Ella cerró los ojos y, en lugar de la pared del pasillo, solo vio la luz estroboscópica de una discoteca, la promesa de la música y el anonimato.

— Veinticuatro horas antes —

Valeria odiaba la obligación. Por eso, la fiesta benéfica en la que su padre insistió qué estuviera presente la asfixiaba. Se sentía como un objeto de exhibición, una extensión de la respetabilidad falsa de su familia. Su hermana, Victoria, la miraba con un desprecio, con horror, apenas disimulado desde el otro lado de la sala aunque ella tampoco le importaba

Pero Valeria no era de las que se esconden. Había elegido un vestido que celebraba sus curvas, resaltando sus pechos, con un tajo al costado dejando ver gran parte de su pierna brillósq y bien cuidada, una tela roja profunda que acentuaba la forma en que el deseo la hacía sentir poderosa, una reina o mejor dicho una emperatriz, ella nunca fue algo pequeña y siempre fue grande alrededor de todo y de todas.

A las once y media, su espíritu libre le gritó que se largara sin mirar a nadie. Si hermana quien al via corrió con su padre, pero mucho no pudo hacer, como siempre queriendo dejar mal a toda persona que sienta que para ella son una piedra en su zapato.

De lejos ve a su padre en medio de una conversación calcula que es sobre bonos de inversión pues paga eso vino aunque tampoco lo piensa averiguar se deslizó hacia la calle, buscando el ruido y el caos. Terminó en un club nocturno subterráneo, donde la música era grave y la oscuridad era una bendición. Era allí donde podía ser simplemente Valeria: la mujer que reía fuerte, la que bailaba sin pedir permiso, la que no tenía dueños, la que podía tomar sus propias decisiones sin dejar mal a todos aquellos que la rodean, con deseó de experimentar o por lo menos de un reto.

Bailaba sola, inmersa en el ritmo, moviendo sus caderas con sensualidad pero con poder hasta que lo sintió. Una mirada. No era lasciva ni tímida, sino algo mucho peor: era una mirada de absoluto estudio,y eso eres lo que ella buscaba un reto algo para experiencia.

Se giró. Él estaba apoyado en la barra, una silueta imponente vestida con un traje oscuro que solo realzaba su peligrosidad. Demian Vieri. Ella no sabía su nombre, solo sabía que emanaba un poder silencioso y que sus ojos negros eran como un par de anclas lanzadas directamente a su alma.

No había invitación. No había coqueteo. Solo una declaración silenciosa de intención.

Valeria, que nunca se había doblegado ante nadie, sintió un desafío. Se acercó a él, ignorando la oleada de confianza que él proyectaba.

Valeria: (Apoyándose en la barra, con la voz un poco ronca por la música) "¿Me estabas mirando o esperabas a que me cayera?"

Demian: (Sus labios se curvaron en una sonrisa lenta, casi depredadora) __ Estaba esperando a que te acercaras. Sé lo que quieres. Lo tienes escrito en la piel __ hablo para después pasar sus dedos por la piel cálida de sus brazos__

Valeria: (Sus ojos se encontraron con los de él, el fuego comenzando y esas manos en los brazos de ella la quemaban ) __¿Y qué quiero? __

Demian: __ Olvidar quién eres. Y dejar que te posea alguien que no te teme, quieres quedarte y creeme cuando te digo que te haré conocer el mismo infierno__

La franqueza le cortó la respiración. Valeria se sentía constantemente juzgada por su figura, por su espíritu libre. Pero este hombre no la estaba juzgando; la estaba reconociendo como una fuerza. Y él no le temía. La miraba con deseo, atracción física

Valeria: __ No tengo dueño. Ni nombre para ti __

Demian: (Se inclinó, el olor a whisky invadió el especio de ella y su aliento caliente contra su oreja) __ No me importa. Me da igual quién te dio la vida o qué te espera mañana. Hoy, eres mía. Y voy a quemarte viva __

La última frase no fue una advertencia. Fue una promesa que la encendió.

Valeria no dijo nada más. Simplemente tomó su mano y lo guio fuera del club, hacia la noche. El frío de afuera no apagó pudo contra la llama encendida que tenía ella en todo su cuerpo. La necesidad era mutua, urgente, brutal. Cuando llegaron a la suite de hotel, la ropa voló, hecha jirones por la impaciencia.

Las manos de Demian, fuertes y habituadas al control, exploraron sus curvas con una reverencia que era a la vez posesiva y adoradora. Recorrieron sus caderas amplias, sus muslos. No era un tacto suave; era una toma de control consciente, una apropiación de la belleza y la vitalidad que ella representaba.

__ Eres tan real, __ había gruñido Demian en medio del placer, apretando su cuerpo contra el suyo. __Tan ardiente __

Valeria había respondido con una ferocidad que lo sorprendió. Ella era un espejo de su propio deseo: indomable, hambrienta, sin remordimientos. Había gritado que no tenía dueño, y él, por primera y única vez, había cedido el control, permitiendo que ella lo llevara al borde, solo para luego reclamarla con el doble de fuerza.

— PRESENTE —

Valeria abrió los ojos de golpe en el pasillo de su casa. El recuerdo no era un placer; era una trampa.

Había compartido su cuerpo con un diablo, y ese diablo ahora estaba sentado a la mesa de su padre, riéndose de las reglas que ella había roto. No era un encuentro de una noche. Era el principio de su encarcelamiento.

Ella había buscado libertad en el anonimato. Él le había dado una cadena de oro con su nombre grabado y todo por una noche caliente y fogosa donde se lo comió enteró

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