ANYA
Oigo solo caos fuera de la habitación, no me atrevo ni a asomar la cabeza, no puedo correr el riesgo a que Serguéi me golpee de nuevo. Menos ahora que estaba decidida a revelarme si me tocaba un solo cabello.
Lo odiaba con todas mis fuerzas. Nunca había despreciado tanto a alguien en mi vida.
No sé qué está pasando allí afuera. Solo hay gritos y órdenes de él, supongo que se las daba a sus hombres.
Cuando escucho la puerta de la habitación abrirse, escondo rápidamente la pequeña maleta que estaba haciendo. Llevo varios días planeando esto, dándole vuelta cómo puedo salir de esta prisión de alto calibre, sin que ningún soldado o cámara me atrape en el intento. Porque si eso pasa, es muy posible que no la libre, que esta vez Serguéi si me mate.
—¡Anya! —grita la voz de mi asqueroso marido. —¡¿Dónde demonios te metes?!
Termino de guardar la maleta negra detrás de uno de los muebles de mi guardarropa. Él nunca revisa aquí, así que no creo que la encuentre, y si eso pasa, ya se me ocu