ANYA
El helicóptero se eleva en cuestión de segundos, y con él, también mi pánico.
Mis muñecas duelen, las cuales ahora rozan por el cuero que las mantiene prisioneras. No puedo moverme, tampoco ya no puedo escapar. Debí haber aprovechado cuando tuve la oportunidad, ahora estoy atada y estoy siendo vigilada por estos matones, ni siquiera puedo girar del todo para ver por la ventanilla, ya que todos esos ojos están puestos sobre mí.
Pero eso no es lo peor.
Lo peor es la mirada de Serguéi, sus ojos oscuros han estado clavados en mi desde que subimos al helicóptero.
Esta sentado al frente, justo en diagonal a mí, no me ha quitado los ojos de encima ni un segundo. Es como si estuviera esperando que yo le confiese algo, puedo notarlo en su mirada, en ese rostro duro y cruel, que exige con un silencio estridente.
Puedo ver como su mandíbula se tensa. Sus manos descansan sobre sus rodillas, sus dedos se mueven, crispados, como si se estuviera conteniendo a tomar mi cuello para apretarlo hast