CAPÍTULO 11: EL VORY NO TIENE AMOR

Dmitry

Nikolai y yo nos alejamos de la biblioteca en silencio. No necesito voltear para saber que Eden sigue ahí, con su mirada clavada en mi espalda. Puedo sentirla, pesada e inquisitiva. Pero no me detengo.

Cruzamos el pasillo con pasos firmes, la atmósfera entre nosotros es de un entendimiento tácito. Nikolai no dice nada, y yo tampoco. No es necesario. Finalmente, llegamos a su oficina y él abre la puerta con una calma deliberada. Entramos con la misma parsimonia, como si nada de lo que acaba de ocurrir fuera digno de mención.

De inmediato mi padre aparece en la pantalla con la misma expresión severa de siempre. Detrás de él, el estudio en Moscú está impecable, sin un solo objeto fuera de lugar. En la Bratva, el orden lo es todo, y él es la máxima representación de eso.

—Dmitry, Nikolai —su voz es imponente, una que se ha hecho respetar con sangre y control absoluto—. ¿Alguna novedad?

Nikolai sonríe con esa arrogancia natural suya y se recarga en