Allison cerró suavemente el diario y se quedó contemplando la tapa con una expresión fría y vacía. Sus ojos, aún cargados de asombro, ya no brillaban con la arrogancia habitual. Esta vez, destilaban una calma siniestra, una quietud que solo precedía a la tormenta.
Sus dedos acariciaron la portada del cuaderno como si fuera una pieza frágil. Lo sostuvo unos segundos más, indecisa, observando el lugar exacto en el que lo había encontrado, entre unos libros viejos al fondo de una repisa de madera desgastada. Luego, con suma precisión, lo deslizó de nuevo entre las páginas del atlas antiguo que lo había ocultado durante tanto tiempo. Lo dejó ahí, sin una arruga, sin una sola pista de que había sido perturbado. Todo debía parecer intacto.
Dio un paso hacia atrás, se aseguró de que todo estuviera como antes y giró lentamente hacia la puerta. Pero antes de salir, se detuvo.
Apoyó una mano sobre el marco de la puerta, apretando los labios, mientras el fuego de su mente ardía con pensamientos