El sol apenas comenzaba a asomarse entre las nubes pesadas, lanzando sombras doradas sobre los jardines de la mansión Sinisterra. Dentro, todo parecía en calma. Pero Allison ya llevaba horas despierta, incapaz de dormir, con la mente agitada por pensamientos enredados y oscuros.
Se sentó en el invernadero fingiendo que leía un libro, pero no había pasado una sola página. En realidad, esperaba. Sabía que Miguel pasaba por allí antes de salir. Sabía que solo bastaba una escena bien construida para plantar la semilla de la discordia donde más dolía.
Y como el destino le respondiera, lo vio entrar. Miguel Sinisterra, siempre impecable, con ese porte que imponía sin esfuerzo. Era duro, calculador, pero frente a ella... era otra cosa. Más humano. Más hermano.
—¿Allison? —dijo con el ceño ligeramente fruncido—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
Ella fingió sobresaltarse y luego sonrió con tristeza.
—Nada… solo no podía dormir. No quiero preocuparte.
—¿Pasó algo?
Ella desvió la mirada, hizo una p