El ambiente en la casa Salvatore se sentía espeso, como si cada rincón guardara un secreto que se negaba a salir. Alanna había pasado toda la noche sin dormir, con las palabras de Alexa repitiéndose en su mente una y otra vez como una melodía perturbadora. La supuesta “venganza” que mencionó frente a Leonardo no había sido explicada, y aunque él intentó calmarla, ella no era ingenua. Sabía que algo se escondía detrás de todo esto… y el silencio de su esposo no hacía más que confirmarlo.
—Necesito hablar contigo. ¿Por Favor a mi cuarto? —dijo Alanna con un tono de seriedad.
El rostro de Sabrina cambió por un breve instante, una sombra de duda cruzó por su expresión, pero se levantó sin preguntar.
—Claro, vamos.
Entraron en silencio. Alanna cerró la puerta con calma, caminó hacia la cama y se sentó. Sabrina permaneció de pie, como si presintiera lo que estaba por venir.
—Siéntate —dijo Alanna, señalando el colchón frente a ella.
Sabrina obedeció, aunque con cierta incomodidad.
—¿Pasa al