La tarde avanzaba lenta, como si el sol mismo se rehusara a ocultarse, dejando la casa bañada en una luz dorada que no lograba suavizar la tensión que comenzaba a adueñarse del ambiente.Sabrina y Bárbara estaban sentadas frente a Alanna, pero la atmósfera ya no era de cálida visita: era un campo de batalla silencioso. Alanna, desde su lugar en el sofá, sostenía la taza de té entre sus manos, pero no la bebía. Sus ojos, fijos, inquisitivos, no dejaban escapar ni un solo gesto.Había llegado el momento. No podía seguir conviviendo con medias verdades.—¿Puedo hacerles una pregunta un poco incómoda? —preguntó, su voz tan calmada que heló a Bárbara y Sabrina al instante—Claro, querida —dijo Bárbara, intentando sonar relajada, aunque un leve temblor en sus manos la delatabaAlanna ladeó la cabeza ligeramente, sus ojos brillando con una astucia que pocos se atrevían a enfrentar.—Quiero saber qué fue exactamente lo que hubo entre Leonardo y AlexaLa pregunta cayó como una losa pesada sobr
El primer rayo de sol se coló por las cortinas pesadas de la habitación, pintando la estancia de tonos cálidos y suaves.La luz acarició el rostro de Alanna, quien, tras un ligero movimiento, abrió los ojos lentamente.Por un momento, se quedó inmóvil, observando el techo y respirando la paz que llenaba la habitación.A su lado, Leonardo dormía profundamente, su rostro sereno, ajeno aún a la nueva decisión que ella había tomado.Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de Alanna. Con mucho cuidado, se deslizó fuera de la cama, procurando no despertarlo.Pisó el suelo frío con los pies descalzos y, con agilidad silenciosa, caminó hasta el vestidor.Hoy sería un nuevo comienzo.No pensaba quedarse ni un día más sintiéndose inútil en esa casa.Eligió un conjunto elegante, sobrio pero lleno de fuerza: un pantalón de vestir negro, una blusa blanca con pequeños detalles dorados en los botones, y unos tacones discretos que acentuaban su figura estilizada.Mientras se arreglaba el cabello
La puerta de la oficina aún no se había cerrado tras ellos, cuando el asistente personal de Leonardo, se acercó rápidamente.—Señor Salvatore, la reunión para revisar el estado de los fondos desviados comenzará en diez minutos. La sala de conferencias principal está lista —anunció en un tono respetuoso.Leonardo asintió sin detener su paso.—Gracias. —Luego miró a Alanna, ofreciéndole su brazo con un gesto galante—. ¿Vienes conmigo?Alanna sonrió levemente y, tomando su brazo, asintió.Ella no iba a quedarse al margen.Era parte de esa empresa ahora, parte de su vida.Mientras caminaban juntos por los pasillos tapizados de alfombras grises y decorados con arte contemporáneo, las miradas se volvían de forma inevitable hacia ellos.La elegancia natural de Alanna y la autoridad imponente de Leonardo formaban un cuadro difícil de ignorar.Al llegar a la gran sala de conferencias, las puertas de madera oscura ya estaban abiertas, revelando un interior elegante, sobrio y moderno.Una enorme
La tarde en Salvatore Entreprise transcurría con la calma engañosa que suele preceder a una tormenta. Después de su aplastante participación en la reunión de la mañana, Alanna regresó a su oficina para continuar revisando contratos, auditorías y propuestas pendientes. Quería dejar claro, desde el primer día, que su lugar no era solo decorativo.Pero mientras organizaba los documentos sobre su escritorio, notó algo extraño: uno de los contratos que debía presentar esa misma tarde había desaparecido.Su ceño se frunció levemente. Estaba segura de haberlo dejado allí. Y no era cualquier contrato: era un acuerdo de confidencialidad que debía ser firmado por nuevos inversores. La pérdida de ese papel, o su mal manejo, podría traer serios problemas a la empresa.Alanna se puso de pie, sus tacones resonando con decisión contra el mármol pulido. Salió de su oficina y recorrió el pasillo. Fue entonces cuando, doblando la esquina, vio algo que no esperaba: Alexa, su eterna sombra disfrazada de
La mañana siguiente amaneció serena en la mansión Salvatore, pero en el edificio principal de Salvatore Entreprise, la calma era solo una ilusión.Alanna llegó temprano a la oficina, como Leonardo le había sugerido. Vestía un elegante conjunto que, sin ser ostentoso, transmitía autoridad. Saludó con cortesía al personal y se instaló en su nueva oficina, la cual había sido asignada por Leonardo el día anterior.Pero no tardó en percibir que algo andaba mal.Algunos documentos que debía revisar para la reunión de ese día no estaban en su escritorio.Extrañada, preguntó a su asistente, una joven tímida llamada Regina, quien negó haberlos recibido.—Señora Sinisterra... quiero decir, señora Salvatore... yo no vi que llegaran. Lo siento —dijo, nerviosa.Alanna sonrió con amabilidad para tranquilizarla.—No te preocupes, Regina. Verificaré en el archivo.Fue entonces que, al pasar por el área de operaciones, escuchó una carcajada disimulada.Alexa, sentada casualmente sobre una de las mesas
Alexa sabía jugar sus cartas.Después del golpe que recibió en la reunión, estaba dispuesta a recuperar su terreno.Y sabía exactamente dónde apuntar: Leonardo.Él seguía siendo su obsesión, su ambición no resuelta, y mientras Alanna brillaba cada vez más a su lado, Alexa se consumía por dentro.Esa mañana, vestida con un conjunto entallado color vino que resaltaba su figura, entró sin anunciarse a la oficina de Leonardo.—Buenos días, Leo —dijo con voz dulce, cerrando la puerta tras ella.Leonardo alzó la vista desde su escritorio, algo sorprendido.—¿Te puedo ayudar en algo, Alexa?Ella sonrió, caminando con seguridad hasta quedar frente a él.—Solo vine a disculparme... Por lo de ayer. No sé cómo se filtró ese informe falso. Me avergüenza que se haya dudado de Alanna —dijo, bajando un poco la cabeza, fingiendo remordimiento.Leonardo no respondió de inmediato. No era ingenuo. A pesar de no tener pruebas, algo en su instinto le decía que Alexa había movido los hilos.—Lo mejor será
Vince parecía dudar solo un momento. Sabía que lo que Alexa le pedía no era algo que se pudiera hacer a la ligera, pero también sabía que no podía rechazarla.—Entiendo... Pero eso es confidencial, Alexa. Si me pillan...—No te preocupes —interrumpió Alexa, segura—. Yo me encargaré de que no pase nada. Solo asegúrate de obtener los documentos. Y, por supuesto, no olvides que el favor que te debo todavía está en pie. Piensa en eso como tu seguro.Vince suspiró. Sabía que cualquier cosa que Alexa le pidiera ahora se pagaría con otro favor a su favor. No tenía otra opción.—Lo haré —respondió finalmente, resignado—. Te envío todo lo que pueda en las próximas horas. Pero tienes que ser discreta. No quiero que esto se filtre.—Lo sé. Y confío en ti para que todo quede en silencio. Nos vemos pronto —Alexa colgó sin esperar más respuesta.Un sentimiento de satisfacción recorrió su cuerpo. Todo estaba avanzando tal y como lo había planeado. Vince ya estaba dentro, comprometido a darle acceso
Faltaba solo un día.El ambiente en la empresa era distinto, cargado de emoción y expectativa. Desde temprano, los empleados hablaban animadamente sobre la esperada integración anual, que este año prometía ser más lujosa que nunca. A media mañana, todos recibieron una notificación en sus correos corporativos: una presentación elegante con el logo de la compañía anunciaba los detalles del evento.> “Lugar: Playa privada El Marfil.Actividades: Team building, retos deportivos, cena al atardecer y velada junto al mar.Código de vestimenta: ropa cómoda y traje de baño.Hora de salida: 7:00 a.m. desde la sede principal.¡Nos vemos allí!”Las reacciones no tardaron en llegar: risas, gritos de emoción, comentarios sobre la arena blanca y las fotos que se iban a tomar. Pero para Alanna… fue diferente.Ella bajó la mirada al leer el nombre del lugar. Su mano tembló ligeramente, apenas perceptible. Sintió cómo un escalofrío le trepaba por la espalda, como si alguien hubiera susurrado un recuerd