Capítulo 37

Laura

El mundo comenzó a retornar despacio, tan cotidiano y típico, pero para nosotros ya nada era como antes.

Los sonidos de la fundación se colaban bajo la puerta: voces apagadas en el pasillo, el crujir de alguna silla. La realidad no se detenía ni dejaba de serlo por nosotros, y ahora debíamos enfrentarlo.

El brazo de Antonio aún rodeaba mi espalda con una firmeza que borraba cualquier intención de alejarse. Su respiración sobre mi cabello era lenta, pero todavía cargada de algo que ninguno de los dos sabía cómo nombrar. No quise moverme enseguida. Tampoco hablé.

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, pero sí la noción vaga de lo que Anny estaría pensando —o peor, comentando con las demás—. Mis mejillas ardieron. Entonces, Antonio rompió el silencio.

—Debo irme —murmuró, sin soltarme; incluso me apretó más tras decirlo—. Admito que no quiero hacerlo, Laura, pero me extendí demasiado.

Asentí, aunque no me aparté. Una parte infantil de mí deseaba quedarse ahí, estancada en ese
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