Capítulo 38

Antonio

El fiscal Morales hablaba con esa calma tan propia suya, sin titubeos, disfrutando el asedio de los periodistas con sus micrófonos, flashes y grabadoras. Lo típico.

Y luego dice que soy yo el fan de los reflectores.

Nunca antes la normalidad de mi vida me había resultado tan difícil de sobrellevar. Sacarme a Laura de la cabeza resultó un trabajo casi imposible los últimos días. De solo oír su nombre, mi mente se llenaba de recuerdos: su tez tersa y cálida que se erizaba entre caricias, el dulce y suave aroma que emanaba de sus poros mientras nuestros cuerpos se convertían en uno solo.

Laura.

Desde que mi apartamento volvió a ser tan frío y callado como de costumbre, un vacío se instauró dentro de mí. Tras aquella visita a Santa Mónica y tener que despedirme de ella para fingir que nada pasó, esa ausencia me afectaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Concéntrate.

Debía mantener la atención en lo que ocurría ante mí: la rueda de prensa y cada palabra de Morales.

—Durant
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