Lucia
El pasillo es demasiado largo.
O soy yo quien está demasiado tensa para atravesarlo sin tambalear.
Cada paso hace crujir algo, por dentro.
No un hueso. No una articulación.
No, algo más íntimo. Más profundo.
Como si caminar hacia él significara alejarme definitivamente de mí.
Amina no camina conmigo.
Se ha quedado atrás, donde las sombras son todavía lo suficientemente densas para que se pueda deslizar una mirada tierna sin ser notada.
Pero siento su presencia como una mano apoyada entre mis omóplatos.
Estable. Silenciosa. Presente.
Un hombre me precede. Traje negro. Auricular transparente. Silueta erguida, tensa.
Otro me sigue.
Estoy flanqueada como un paquete precioso.
O como una prisionera que se conduce a su última audiencia.
Delante de las grandes puertas, hay una parada.
Brutal, programada, me hacen señal de esperar.
Me quedo allí, erguida, una mano apoyada en mi vientre como para contenerlo.
Mi aliento está contenido.
No por miedo.
Por estrategia.
Para no d