192.
La presencia de Ismael era gratificante a mi lado. A pesar de lo que estaba pasando, no pude negar que disfruté un poco de correr por la pradera con mi loba, de que el viento me acariciara el rostro. Pero el sonido de las explosiones me recordó, una y otra vez, que aquello no era un divertido paseo: estábamos siendo atacados. Habíamos caído en una trampa de Mordor y no podíamos hacer más que intentar sobrevivir a ella.
Pero ¿cómo podíamos hacerlo, de verdad? Esperé que los líderes de la Cofradía hubieran logrado escapar, así como escapamos Ismael y yo. Pero, sinceramente, lo dudaba. Habíamos tenido que saltar desde lo alto. De no haber sido por mi poder del hielo, probablemente estuviéramos muertos en este momento. Entonces ¿cómo habrían podido sobrevivir los demás?
Me detuve en una pequeña colina y miré hacia atrás, hacia el caos que se había formado. Los ejércitos que reposaban a los pies de las torretas se habían dispersado para huir de las explosiones. Entonces, cuando observamos