149.

Estaba tan agotado que haberme quedado dormido en los brazos de Alicia había sido prácticamente imposible de evitar. Tuve un sueño extraño y profundo. Intentaba despertar, pero no podía. Tuve recuerdos del sabor de la sangre de Lilith en mi boca. Pude haberla matado. Pude haber matado a mi esposa, la que legalmente era mi esposa, aunque nunca hubiera rozado siquiera sus labios con los míos.

Pero qué bueno que no había sucedido de esa forma.

Al final también soñé con Alexander, con el sonido de su tráquea rompiéndose, y no pude evitar sentirme mal por eso. Pero fue una decisión que él había tomado. Yo le había brindado la oportunidad de salvarme la vida. Tendría que ser un globo desterrado en su manada, pero eso era mejor que simplemente morir. Y, aun así, él lo había hecho. Lo había tomado. Esa decisión, presionado por Elena. La maldita Elena que había traicionado a su manada, a su esposo, a su gente. Se había unido a los humanos y a aquel vampiro transformista con delirios de grandez
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