147.
Fue un terrible dolor punzante, tal vez el peor que hubiese sentido en mi vida. Podía sentir cómo el líquido entraba en mi cuerpo y comenzaba a esparcirse en todas direcciones. Fue aterrador. Intenté gritar, pero no pude hacerlo. Algo dentro de mí se congeló.
La primera sensación que me acometió fue aquel dolor constante en el pecho que intentaba escapar. Lo había sentido desde que Johanna intentó romper las cadenas dentro de mí —lo que sea que aquellas significaran—. Pero entonces, cuando sentí que el líquido llegaba a mi pecho, aquella sensación desapareció. El dolor fue menguando poco a poco… pero cuando lo hizo, me sentía extrañamente vacía, como si alguna parte de mí hubiera desaparecido.
Intenté ponerme de pie, intenté gritar auxilio, llamar a Ismael o a alguien que pudiera socorrerme, pero me encontraba paralizada en el suelo, sin poder moverme. Miré con dificultad hacia un lado, donde Donovan también intentaba hacer lo mismo. Sus ojos ya no eran rojos. El líquido inhibidor, as