128.
Balar. así había dicho Salomón que se llamaba el sonido que hacía la cabrita. Balar.
Y era lo único que hacía el condenado animalito.
Después de tomarnos mucho rato para descansar y comer de las frutas que había traído del oasis de las portadoras, nos sentamos alrededor de la cabrita a analizarla. Salomón era el que más conocimiento tenía sobre magia, pero no pudo acertar más allá de que podía sentir magia en el pequeño animalito—la magia que Yohana había utilizado en él para que sustentara la tormenta—. De resto, parecía bastante inútil intentar hacer algo al respecto.
Era más que obvio que la cabrita no podía controlar aquella magia. Simplemente era un objeto que ayudaba a aportarla, a sustentarla.
La cuestión ahora era simple, pero al mismo tiempo posiblemente complicada: ¿cómo haríamos para utilizar el poder que habitaba en ella para controlar la tormenta?
Ciertamente no teníamos la menor idea. Tampoco teníamos idea de a dónde ir.
Yo manifesté mis dudas sobre regresar al aquelarre