103.

Era una sensación extraña, una corazonada. Yo sabía que podía hacerlo, de alguna forma peculiar lo sabía. No entendía la razón, era como algo instintivo. Cuando levanté las manos en el aire, pude sentir la tormenta eterna sobre nosotros de una forma en la que nunca había podido sentirla antes, porque era mi magia, dejada ahí por alguien antes que yo, pero mi magia al fin y al cabo.

Así como había sentido el hechizo que Johanna había puesto sobre Mordor, que lo lanzaba nuevamente hacia la grieta, asimismo podía sentir la tormenta eterna en las palmas de mis manos. Tampoco podía ser ingenua y querer tapar el sol con un dedo: la tormenta era algo demasiado poderoso para mí, algo que yo aún no era capaz de entender, mucho menos imaginar el cómo había sido capaz mi antecesora de crearla, y que su magia fuera tan poderosa como para mantenerla por décadas enteras.

Pero podía sentirla, palparla en las yemas de mis dedos como si palpara la seda de una cortina ondeada por el viento.

Busqué a Is
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