104.

Presioné con fuerza a la tormenta, cerré los ojos nuevamente y levanté las manos en el aire, apretando los puños. La necesitaba ahí, más fuerte que nunca. Desde adentro podía escucharse el sonido del aire rompiendo los pasillos, pero también podía escucharse el sonido de los zombis intentando entrar. La puerta comenzó a ceder, las bisagras voltearon, cayeron gruesos trozos de tierra al suelo. Necesitaba que fuera fuerte, terminar con la vida de aquellas pobres criaturas antes de que ellos entraran y acabaran con la nuestra.

Cuando un fuerte golpe dobló parte de la puerta metálica, una ráfaga enorme de aire frío entró, acompañada de hielo y nieve que se colaron dentro del salón. Los vampiros se reagruparon, los niños y los ancianos corrieron hacia el fondo del salón. Los más fuertes y aptos se quedaron al frente, listos para pelear, para entregar su vida por su montaña. Los lobos se transformaron también, creando una línea de defensa en primer puesto.

Yo seguía ahí, sentada en el suelo
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