102.
Tuve el instinto lo suficientemente desarrollado como para lanzarle hielo: miles de púas salieron proyectadas de las palmas de mis manos, como si fueran disparadas por un arma humana impulsada por pólvora. Algunas rebotaron contra su dura piel; otras lograron perforarlo. Pude verlo. Pero nada lo detenía. Seguía volando hacia donde yo estaba. El impacto era completamente inminente.
Quise cerrar los ojos para no ver lo que sucedería… pero no pude. Me encontré, en ese momento, absolutamente paralizada. Y un segundo antes de que aquella criatura me embistiera, algo lo detuvo abruptamente. El vampiro frenó con fuerza en el aire, como si alguien hubiese presionado el botón de pausa. Sus alas extendidas me dieron la oportunidad perfecta para atacarlo.
Blandí mi mano en el aire como si sostuviera un látigo. Una fina línea de hielo brotó de las puntas de mis dedos, como una cinta delgada y filosa. Logré perforarle una de sus membranosas alas, creando un corte profundo que lo desestabilizó. Una