Al día siguiente.
La luz tenue de la mañana se filtraba entre las cortinas, acariciando con suavidad los cuerpos aún entrelazados sobre las sábanas revueltas.
Dhalia abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor de una piel ajena junto a la suya. Durante un breve instante, pensó que todo había sido un sueño… pero no lo era.
Cuando giró el rostro y vio al hombre dormido a su lado, su corazón dio un vuelco. El vértigo del pánico la hizo sentarse de golpe en la cama.
—No… no puede ser —susurró, llevándose las manos a los labios.
El aire en la habitación se volvió espeso. Dhalia sintió que el mundo se le venía abajo. La culpa, el miedo y el remordimiento la asfixiaban.
Las imágenes de la noche anterior acudieron en tropel a su mente: el engaño, el deseo mezclado con dolor, su decisión desesperada… y ahora él, dormido a su lado, completamente ajeno a la verdad.
Con manos temblorosas recogió su ropa del suelo y comenzó a vestirse a toda prisa. Los dedos le fallaban, las lágrimas caían silenc