El murmullo lejano de voces, pasos apresurados y el eco de las cámaras desapareció cuando Ivana abrió los ojos. Su primera imagen fue la del rostro de Dante inclinado sobre ella. Por primera vez, lo vio distinto: sus facciones firmes estaban tensas, y sus ojos oscuros, normalmente fríos, ahora reflejaban una preocupación genuina.
—Tranquila —murmuró, rozando con la yema de los dedos su mejilla húmeda por el sudor—. No vuelvas a hacer esto en público.
Ivana intentó incorporarse, pero Dante la sujetó suavemente por los hombros.
—¿Qué… qué pasó?
—Perdiste el conocimiento. Al parecer todo el circo fue demasiado para ti. —sonrió apenas, aunque sin rastro de burla— sé que has pasado por mucho en estos últimos días, pero no puedes darte el lujo de derrumbarte. Si te ven vulnerable te atacaran. Yo estoy aquí para que juntos podamos lograr nuestros objetivos.
Ella quiso replicar, pero lo siguiente que escuchó la dejó sin aire.
—Por eso… tenía un plan B, Ivana. No habrá más espectáculo. Te ca