Los murmullos de la cena aún resonaban en los pasillos cuando los Lauren abandonaron la casa de los Brown. Durante el trayecto a su casa Elizabeth Lauren tenía su rostro desencajado, los labios temblorosos como si acabara de perder a una hija por segunda vez. Mark Lauren, estaba rígido y silencioso, apretaba los puños contra el volante, incapaz aun de decir una palabra.
Al llegar a su mansión, Lola, se dejó caer en brazos de Elizabeth con un llanto teatral que conmovió a sus padres.
—¿Ven lo que me ha hecho? —sollozó, hundiendo el rostro en el pecho de su madre—. No le bastó con robarme mi apellido… ahora también se casó con el hijo mayor de la familia Brown. ¡Con mi cuñado!
—Shhh, tranquila, querida —la acariciaba Elizabeth, incapaz de ver la satisfacción maliciosa en los ojos de su “verdadera hija”—. No merecías este golpe.
Finalmente Mark habló con la voz grave y cargada de reproche:
—Ivana tomó su decisión. Ya no forma parte de nuestra familia. Y tú, Lola, deberías conce