La noche era una sombra espesa que se cernía sobre el refugio, pero no más oscura que el humor de Viktor. Caminaba de un lado a otro del salón, como una fiera enjaulada. Su mandíbula estaba tensa y sus ojos cargados de fuego.
Después de asegurarse que Alina se había quedado dormida en la habitación, se fue a la sala de estar.
Como si todo lo vivido no fuera suficiente, afuera en la sala lo esperaba otro de sus hombres con más información.
—¿Qué haces aquí? —le reclamó Viktor al verlo allí.
Se trataba de Louis, otro de sus hombres de confianza, su informante. Viktor sabía que él solo aparecía cuando él lo llamaba o cuando algo importante estaba ocurriendo y solo debía ser comunicado personalmente.
—No autorice que tú ni nadie más viniera a este lugar —agregó Viktor mirándolo con furia.
—Sí, señor. Eso lo tengo muy claro…. Pero bien sabe que no me salto el protocolo si no fuera algo realmente importante —dijo mirándolo con aprensión.
Louis lo respetaba mucho. Para él Viktor era un