Alina cruzó las puertas de la academia totalmente distraída. La sensación del beso que Viktor le dio la dejó algo aturdida por no decir que bajó sus defensas. Mientras tanto desde la distancia una figura femenina cruzó el umbral que dividía el pasillo principal con el área de descanso con paso tímido pero medido, los hombros levemente encorvados, como si intentara encogerse en su propia sombra. Su cabello castaño oscuro, recogido en un moño desordenado, dejaba ver un rostro sereno, demasiado sereno para alguien que decía ser nueva y en ese mundo. Llevaba la indumentaria típica de todas las que transitan por todas esas áreas, malla negra, pantimedias rosas y falda de gasa gris, aunque su portación parecía demasiado perfecta, como si cada prenda hubiese sido colocada con propósito.
Nadie notó su llegada con demasiado detalle. Después de todo, nuevas alumnas llegaban todo el tiempo. Ella sabía eso.
Desde la esquina de la sala de espejos, se camuflaba entre otras jóvenes que estaban hacie