*CAPITULO 5: EL DEL OJO MALO*
El refugio estaba en silencio, salvo por el suave hervor de la sopa que Sarah preparaba con restos de verduras y arroz. Indira comía despacio, sentada sobre una pila de mantas dobladas que usaban como silla. El vapor le subía al rostro, tibio, como una caricia que le recordaba el hogar perdido. Santi la miraba desde cerca, observando cada gesto, cada temblor. Desde que la habían encontrado, no había dicho mucho. Pero esa noche, después de varias cucharadas y un largo silencio, levantó la mirada. —¿Puedo decirte algo? Santi asintió. Indira tragó saliva. Bajó la voz como si el aire mismo pudiera traicionarla. —Mis papás… la última vez que los vi fue cuando un hombre entró a la casa. Grande, con la cara fea. Tenía el ojo así —y se tapó el izquierdo con la mano—. Como si estuviera roto o quemado. Santi se quedó helado. Indira continuó: —Mi mamá me metió en el armario. Me dijo que me quedara callada. Y entonces ese hombre empezó a golpear a mi papá. Lo tiró al piso. Después le pegó a mi mamá también. Y cuando me gritó que corriera… yo corrí. Sarah, desde la cocina, levantó la cabeza. El silencio que siguió fue espeso, pesado, como antes de una tormenta. Santi apretó los puños hasta que los nudillos crujieron. La imagen se dibujó sola en su cabeza: El Tuerto. Ese desgraciado de mirada podrida. Ese que se rió mientras abusaba y mataba frente a él. —¿Estás segura? —preguntó con voz ronca. —Sí —dijo la niña—. Tenía un ojo blanco y como… muerto. Santi se levantó lentamente, sin mirar a nadie, y fue hasta la pared del fondo donde colgaban recortes, notas, mapas con hilos rojos. Agarró un marcador negro y, sobre la hoja donde había una foto borrosa de un hombre con un parche y sonrisa torcida, escribió: “El Tuerto – el próximo.” Sarah lo vio y frunció el ceño. —Santi… —Ya sé qué vas a decir. Pero esta vez voy a hacer las cosas bien. Sarah se acercó, cruzándose de brazos. —¿Estás seguro que podés enfrentarlo? Santi miró a Indira, que lo observaba con ojos grandes, aún llenos de miedo. —Esta vez… no estoy solo. *CAPITULO 6: MENTIRAS QUE SANGRAN* La noche en Danma City era una piel quemada, oscura, llena de cicatrices que no cerraban. Santi no dormía. Desde que Indira le habló del Tuerto, algo se le había activado en la cabeza. Una cuenta pendiente que ardía más que cualquier herida pasada. El entrenamiento, los planes, la espera… todo le parecía una jaula. Ya no podía quedarse quieto. Se puso de pie, con sigilo. Preparó su mochila en silencio: navaja, linterna, algo de comida, un viejo revólver con dos balas que Sarah le había mostrado pero nunca dejado usar. Fue hacia la entrada del refugio, pero antes de abrir la puerta, escuchó una voz baja a su espalda. —¿A dónde vas? Indira estaba sentada, abrazada a su peluche sucio, con los ojos bien abiertos. Santi tragó saliva. No podía mentirle a ella. No a ella. Se agachó a su altura. —Voy a buscar al hombre malo. El del ojo podrido. El que te hizo daño. El que me destruyó a mí también. La niña parpadeó, como si supiera que lo que iba a decir era importante. —¿Lo vas a lastimar? Santi no respondió con palabras. Su mirada fue suficiente. Indira lo abrazó. Fuerte. —Volvé. Por favor. Santi le revolvió el pelo con una sonrisa triste, y salió. --- Minutos después, Sarah se despertó al notar el silencio extraño. Miró alrededor: Santi no estaba. —¿Santi? —llamó, pero nada. Fue entonces cuando escuchó la voz de Indira, soñolienta, desde su rincón. —¿Ya se fue a buscar al hombre malo? Sarah se congeló. —¿Qué dijiste? —Santi me dijo que iba a buscar al del ojo feo… que era malo como un monstruo. El aire pareció romperse. Sarah se levantó de golpe, maldiciendo en voz baja. Buscó su chaqueta, sus armas, el mapa con los puntos marcados, el que tenía la posible guarida del Tuerto. —Maldito idiota impulsivo… Miró a Indira, le dio un beso rápido en la frente y le susurró: —Prometo que lo traigo de vuelta. Antes de que otra tragedia lo trague. Antes de que Santi muera por la furia que no sabe controlar.