LIAM
La boca de la hembra se cierra, succionando con fuerza y en respuesta echo la cabeza hacia atrás, quitándome de la frente el pelo que me cubre.
Sacudo las caderas embistiendo su garganta y jaloneo con ganas su cabello. Un cabello espeso, largo y acaramelado que se me enreda en la mano, ayudándome a marcar el ritmo.
—Sigue muñeca —susurro acariciando su mejilla, soltando sus hebras y aferrándome de sus sienes para que se quede quietita—. Sigue así, que me la estás mamando delicioso.
La dureza de mi tronco choca en su tráquea y las arcadas de mi invitada aprietan aún más anticipando el derrame que me voy a mandar en su boquita pintada de chocolate.
Presiono, mis nalgas se contraen y gimo por lo alto partiéndola en una cogida oral que me tiene al borde. El sudor corre por mis pectorales, mi sangre se calienta y mi cuerpo reacciona al polvazo que Ariel se va a tener que tragar.
—N-no... No —sus ojos cafés, llorosos y enrojecidos me ven con súplica y ardor.
Tan inocentona la borrega.