Me doy vuelta en la cama una y otra vez ante el perturbador sonido de fondo que no me deja salir del limbo y retornar a mi sueño profundo.
Giro para un lado y para otro cuando el sonido se convierte en un molesto estruendo que me hace abrir los ojos.
Agarro mi celular para ver la hora.
Aparte de la veintena de mensajes de Dante preguntándome si iría al entrenamiento, entrenamiento al cual falté, veo que son casi la una de la madrugada.
Adormilada me bajo de la cama.
Llegué casi al anochecer, me puse a estudiar y palmé dejando libros en la almohada, un sándwich mordisqueado en el escritorio y la ropa que me saqué tirada por el suelo. Misma ropa que elijo ponerme encima del camisón corto y con volados que uso para dormir.
Agarro la camisa y la paso por mis brazos adoptándola como bata. Bata que no me cubre una mierda pero que imagino que sí lo hace.
El ruido viene de la puerta y ninguna de mis compañeras paró bolas en despertarse. Al parecer soy la única de sueño liviano.
Aprieto la cam