14.
CARRIE
El teléfono vibra sobre la mesa metálica y no lo agarro enseguida.
Lo dejo ahí.
Me gusta verlo temblar, chocar contra el borde, insistir. Es como un pequeño animal atrapado bajo mi mirada, sin entender que yo decido cuándo termina su esfuerzo. El sonido no me molesta. Al contrario, rompe la monotonía de este lugar gris, plano, sin matices, donde todo huele a lo mismo y el aire nunca se renueva del todo.
Respiro despacio.
Sé exactamente quién es.
Y sé exactamente por qué llama.
Cuando finalmente estiro la mano, lo hago con calma, como si no tuviera ninguna prisa, como si no supiera que, al otro lado, alguien espera cambiar el curso de algo con una simple frase.
—Carrie —dice su voz, neutra, elaborada para no transmitir nada.
—Hola —respondo, extendiendo la palabra con suavidad, disfrutando el instante—. Pensé que te habías olvidado de mí.
No se ríe. Nunca lo hace. Su forma de mantenerse distante trata de hacerme sentir pequeña, pero yo conozco ese truco. Es una distanc