13.
CHRIS
Llego diez minutos antes, como siempre. No por puntualidad, sino porque necesito esos minutos para acostumbrar al cuerpo a la idea de abrir cosas que paso el resto del día intentando mantener selladas. Me quedo sentado en el auto con el motor apagado, observando el reflejo de mi cara en el vidrio oscuro. Hay algo en mis ojos que no se va, una especie de cansancio antiguo, como si el tiempo hubiese dejado de ser una línea y se hubiera convertido en un bucle donde algunas escenas se repiten con distintas formas, pero con la misma herida.
El edificio de la consulta sigue igual que siempre: gris, discreto, invisible para cualquiera que no sepa lo que ocurre dentro. Me gusta pensar que es apropiado, que nadie nota desde afuera cuánto se desarma uno ahí adentro. Respiro hondo antes de bajar, cuento hasta cinco, como ella me enseña, no para calmarme del todo, sino para recordarle a mi cuerpo que estoy en el presente.
Cuando entro, el silencio tiene esa quietud clínica que ya me result