15.
CARRIE
La puerta se abre con un sonido seco, casi mecánico, y el aire cambia de inmediato.
No es solo la temperatura. Es otra cosa. Una densidad distinta, como si el ambiente supiera que algo está a punto de entrar y se preparara para soportarlo. Camino despacio, porque nadie va a apurarme. No ahora. No aquí. El mundo tiene la costumbre de ralentizarse cuando finge ser justo, cuando se disfraza de orden mientras todo, en realidad, se sostiene sobre nervios tensos y respiraciones contenidas.
Siento las miradas antes de verlas.
Siempre es así.
Puedo percibirlas rozándome, atravesando el espacio que dejo detrás de cada paso, acumulándose como polvo invisible sobre mi espalda, sobre mi nuca, sobre mis manos. No necesito levantar la vista todavía. No me hace falta. El ruido de la sala —ese murmullo contenido, esa agitación que pretende ser calma— me cuenta todo lo que debo saber.
Estoy donde querían que estuviera.
En el centro de algo que creen que controlan.
Camino acomp