El restaurante entero se detuvo cuando la familia Marchetti entró. Elio Marchetti caminaba como un rey antiguo; Alessandra, con esa elegancia afilada que podía cortar piel; Esteban, coqueto como siempre; Aria… silenciosa, perfecta, una muñeca de cristal que sabía que estaba en territorio de bestias.
Y detrás, caminando como una sombra peligrosa: Vittorio Marchetti.
Era la definición exacta de un depredador con traje.
Sofía y Carter cerraban la comitiva… o más bien, Sofía caminaba como si Carter fuera un mueble caro que la seguía. Él mantenía la mirada fija, profesional, pero demasiado fija en ella.
La familia se acomodo alrededor de la larga mesa de mármol oscuro.
Vittorio y Aria se sientan juntos, y en cuanto lo hacen, él posa una mano en la parte baja de su espalda, como marcando territorio.
Aria no lo mira.
Vittorio sí.
Y esa mirada era un “ sonríe o te rompo el alma aquí”.
Ella sonríe. Falsa. Perfecta.
Alessandra suspira admirada.
—Qué parejita más divina… —comenta la madre, genui