El murmullo en la arena se desató apenas el consejo anunció la siguiente prueba.
—La competencia de estrategia dará inicio en pocos minutos —resonó la voz solemne del anciano juez—. Recuerden: solo aquellos que logren salir en equipo podrán avanzar.
Los integrantes de la manada Luna Creciente se reunieron en un círculo. Samuel repasaba los detalles una y otra vez, con su temple de beta calculador. Sarah respiraba profundo, sabiendo que cualquiera podía terminar encerrado en la celda de observación. Emili, ya recuperada de su herida, apretaba las manos con nerviosismo, mientras Adrián posaba una mano firme sobre su hombro.
—Sea quien sea el que quede atrás, debemos confiar en él —murmuró Samuel—. Ese será nuestro ojo, nuestra guía.
El gong metálico anunció el inicio. Las puertas se abrieron y la primera sala reveló su escenario: muros altos, un espacio apenas iluminado por antorchas y, en el centro, una celda de hierro. Uno de ellos debía entrar allí.
El consejo explicó con claridad:
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