El viaje de regreso tomó tres días completos. Tres días largos, silenciosos a ratos, tensos en otros. Luna Creciente había enterrado varias emociones durante los Juegos, pero salir de la Cuenca y volver a casa las hizo aflorar todas de golpe.
Diana pasó la mayor parte del tiempo mirando por la ventana del vehículo, acomodando su hombro cada tanto para que no tirara demasiado del vendaje. Nikolai viajaba a su lado, siempre pendiente, y Claus alternaba entre revisar mapas, vigilar el perímetro y resoplar cada vez que recordaba todo lo que había ocurrido.
Los trillizos hacían su mejor esfuerzo por animar el ambiente, aunque incluso ellos se notaban más tranquilos de lo habitual. Alex, por su parte, mantenía la mente ocupada revisando una y otra vez los datos que Viktor le había pasado antes de separarse, como si necesitara asegurarse de que nada se perdería.
Por la noche descansaban en cabañas asignadas a las caravanas de manadas que volvían a sus territorios. Y aunque todos buscaban dor