Diana fue llevada a una sala privada del recinto, lejos del ruido del anfiteatro y de las miradas invasivas. El sanador del Consejo la atendió en silencio, limpiando con cuidado las heridas de sus brazos y revisando el golpe en su hombro. Nikolai y Claus estaban a su lado, tan tensos que parecía que la silla bajo cada uno iba a romperse. Viktor, pese a no pertenecer a su manada, se quedó con ellos sin que nadie se atreviera a cuestionarlo.
El sanador habló con calma. —El hombro está luxado. Voy a acomodarlo y luego lo vendaré. No habrá secuelas si descansa unas horas.
Diana apretó los dientes cuando el hombre realizó el movimiento. Claus le tomó la mano. Nikolai le sostuvo la otra. Viktor se quedó de pie, observándola con una expresión que él mismo no logró ocultar. No había distancia emocional posible después de lo que acababa de pasar.
Cuando el sanador terminó con ella, empezó a guardar sus cosas, pero Diana se incorporó con esfuerzo y señaló a Viktor. —Atiéndanlo a él también.
Vik