El regreso a la manada fue tranquilo. El bosque se abría paso entre la carretera, y Emili se encontraba en un silencio contemplativo, con la mirada fija en los árboles que parecían inclinarse para recibirla. No era extraño; su corazón latía con una mezcla de nostalgia y expectación.
Leandro, sentado en el asiento trasero junto a ella, parecía debatirse consigo mismo hasta que finalmente se inclinó hacia adelante.
—Emili… ¿puedo hacerte una pregunta?
Ella giró el rostro hacia él y asintió con una ligera sonrisa.
—Claro, dime.
—Mira, aún estoy aprendiendo lo que implica ser beta. Adrian confía en mí, pero la verdad es que nunca tuve una instrucción formal. —Se pasó una mano por el cabello, con un gesto algo avergonzado—.