usaré a tu hijo.
La revelación golpeó a Ares como un trueno, dejándolo aturdido y con el corazón helado. Los Maswell no querían evitar el nacimiento de su hijo; querían controlarlo, usar su poder divino para sus propios fines oscuros. Y Artemisa, su amada Artemisa, era la llave para lograrlo.
"¡Tenemos que volver! ¡Ahora!" rugió Ares, su voz cargada de urgencia y pánico. No le importaba la abadía, ni los rituales oscuros, ni la magia ancestral. Solo le importaba Artemisa.
Jackson, aún debilitado por la magia oscura, se levantó con dificultad. "Ares, ¿qué ocurre? ¿Qué has descubierto?"
"Es Artemisa," respondió Ares, con la voz temblorosa. "Los Maswell la quieren. Quieren usar a nuestro hijo, y ella es la única que puede dárselo."
Sin perder un segundo más, Ares invocó su poder divino y abrió un portal directamente a la mansión Maswell. Tomó a Jackson del brazo y lo arrastró consigo, desapareciendo en un torbellino de luz dorada.
Al llegar a la mansión, Ares sintió un escalofrío recorrer su espalda. El