Mundo ficciónIniciar sesiónEn el Inframundo un demonio puede estar atrapado por siglos hasta que en la tierra sea engendrada su destinada, que cuando llegue a su edad adulta le ayudará a materializarse en el mundo de los humanos. Mientras eso pasa, ella será cuidada por la secta del demonio que la espera con ansias para llevar a cabo el ritual. Pero esto se complica cuando la iglesia católica y los cazadores de estos demonios intentan meterse en su camino.
Leer másLa revelación golpeó a Ares como un trueno, dejándolo aturdido y con el corazón helado. Los Maswell no querían evitar el nacimiento de su hijo; querían controlarlo, usar su poder divino para sus propios fines oscuros. Y Artemisa, su amada Artemisa, era la llave para lograrlo."¡Tenemos que volver! ¡Ahora!" rugió Ares, su voz cargada de urgencia y pánico. No le importaba la abadía, ni los rituales oscuros, ni la magia ancestral. Solo le importaba Artemisa.Jackson, aún debilitado por la magia oscura, se levantó con dificultad. "Ares, ¿qué ocurre? ¿Qué has descubierto?""Es Artemisa," respondió Ares, con la voz temblorosa. "Los Maswell la quieren. Quieren usar a nuestro hijo, y ella es la única que puede dárselo."Sin perder un segundo más, Ares invocó su poder divino y abrió un portal directamente a la mansión Maswell. Tomó a Jackson del brazo y lo arrastró consigo, desapareciendo en un torbellino de luz dorada.Al llegar a la mansión, Ares sintió un escalofrío recorrer su espalda. El
El eco de la declaración desafiante de Ares resonó en las ruinas de la abadía, desatando una tormenta de magia oscura que amenazaba con engullirlos. Las sombras danzaban y se retorcían, tomando formas grotescas de bestias infernales y guerreros espectrales, cada una imbuida con la malevolencia ancestral de los Maswell."¡Arrogancia divina! ¡Pagarás con la sangre de aquellos que amas!" rugió la voz, ahora un torrente de odio primordial que parecía emanar de las propias piedras de la abadía.Ares, con los ojos llameantes de poder divino, se plantó frente a Jackson, su aura irradiando una luz dorada que luchaba por disipar la oscuridad circundante. "Jackson, protege la retaguardia. Esta magia está corrompida hasta la médula; no dejaré que te toque."Jackson, con una determinación estoica grabada en su rostro, desenvainó su espada. La hoja, forjada con acero celestial, brillaba con una luz plateada que contrarrestaba tenuemente la oscuridad. "Como siempre, Ares. Pero recuerda, ni siquiera
La partida de Ares y Jackson dejó un vacío palpable en la mansión Maswell. Artemisa, a pesar de su determinación, se sentía como una pieza de ajedrez vulnerable en un tablero de juego mortal. Cada sombra parecía albergar una amenaza, cada silencio resonaba con la promesa de un peligro inminente.Mientras Ares se adentraba en las Tierras Altas, Artemisa se sumergía en los archivos de la mansión, buscando cualquier pista que pudiera ayudar a su amado. Pasaba horas en la biblioteca, rodeada de tomos polvorientos y pergaminos antiguos, descifrando genealogías, analizando rituales y estudiando la historia oscura de la familia Maswell.Una noche, mientras revisaba un diario antiguo, encontró una referencia intrigante a una profecía olvidada. La profecía hablaba de un "hijo de la luz y la luna", cuyo nacimiento desataría una guerra entre el cielo y el infierno, y cuyo destino estaría ligado al futuro de la familia Maswell.Artemisa sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Podría ser que su
El aire dentro de la mansión Maswell, ahora su refugio temporal, era denso con el olor a antiséptico y el tenue perfume de lavanda que Artemisa había elegido para sus aposentos. El silencio era una bendición frágil, roto solo por el crepitar controlado de la chimenea y los pasos medidos de Ares.Ares, el dios que había presenciado el nacimiento y la caída de civilizaciones, se encontraba ahora reducido a un vigilante ansioso, su poder contenido por el miedo a perturbar la delicada estabilidad de Artemisa. Había pasado tres días casi sin dormir, alternando entre velar junto a la cama de Artemisa y supervisar la recuperación de Jackson.Jackson, por su parte, se recuperaba con la tenacidad de un guerrero curtido. La herida en su hombro, aunque profunda, había sido tratada por el médico de la casa con una mezcla de ungüentos modernos y, discretamente, una pizca de ambrosía divina que Ares había destilado en secreto."El veneno de esa hoja era potente," comentó Jackson una tarde, mientras
El eco de la batalla resonaba en los túneles, una cacofonía de acero contra acero y gritos ahogados. Artemisa, Jackson y Ares se movían como una tormenta, repeliendo ola tras ola de cazadoras implacables. La luz dorada que emanaba de Ares iluminaba el santuario profano, revelando runas antiguas y símbolos oscuros que palpitaban con una energía inquietante."¡Debemos llegar a la mansión!", gritó Jackson, su espada danzando en un torbellino de acero. "Artemisa necesita descansar."Ares asintió, su rostro sombrío. "El camino es largo y peligroso. Pero no tenemos otra opción."Con cada paso que daban, la tensión aumentaba. Los túneles se volvían más estrechos y laberínticos, las paredes cubiertas de grabados grotescos que parecían observarlos. Artemisa sentía un escalofrío constante, una sensación de que algo maligno los acechaba en las sombras."¿Qué son estas runas?", preguntó Artemisa, su voz apenas un susurro.Ares vaciló, su mirada desviándose. "Son... protecciones. Los Maswell las u
El estruendo inicial fue solo el preludio de una invasión en toda regla. Las cazadoras, lideradas por una furia implacable, irrumpieron en el almacén, sus flechas silbando en la oscuridad. Artemisa, Jackson y Ares se movieron con una sincronía ensayada en mil batallas, repeliendo el primer ataque con una mezcla de habilidad y fuerza bruta."¡Debemos salir de aquí!", gritó Jackson, bloqueando una flecha con su espada. "Este lugar es una trampa."Ares asintió, su mirada evaluando las opciones. "Conozco un lugar. Un santuario que he mantenido oculto durante siglos. Pero está lejos, y el camino es peligroso.""No tenemos elección", respondió Artemisa, disparando una flecha que derribó a una cazadora. "Debemos confiar en ti, Ares."Ares asintió, su rostro mostrando una determinación sombría. "Síganme. Pero estén preparados. Lo que encontrarán no será agradable."Ares guio a Artemisa y Jackson a través de un laberinto de pasillos ocultos y túneles subterráneos, su conocimiento del terreno a
Último capítulo