POV: Camila
El hospital se había convertido en una cárcel cómoda. Camas limpias, enfermeras atentas, médicos entrando a cada hora, pero al final era lo mismo: un encierro. Mi cuerpo aún sentía los rastros del veneno, los mareos llegaban de repente y me recordaban que estuve a un paso de no contarla. Afuera, las elecciones se acercaban y la tensión era como un cuchillo afilado contra la piel.
Carlos me visitaba todos los días, se quedaba hasta la madrugada, y aunque lo agradecía, esa vigilancia constante empezaba a asfixiarme. Él estaba decidido a protegerme, pero yo sabía que no podíamos darnos el lujo de jugar solo a la defensiva. Claudia seguía moviendo fichas, y lo peor era que lo hacía sin exponerse.
Esa tarde, después de una revisión médica, pedí un rato sola en la habitación. Apenas cerraron la puerta, el celular vibró en la mesa de noche. Un número desconocido en pantalla. Dudé, hasta que contesté.