CAPÍTULO 75.
Narrador
— EL DESPERTAR EN ZAFIR
Una corriente fría se colaba entre los ventanales altos del palacio, trayendo el murmullo lejano de las trompetas imperiales. Alexandra abrió los ojos lentamente. Su respiración era irregular, como si emergiera de un sueño profundo. La habitación era enorme: cortinas rojas con bordes dorados, un dosel de terciopelo, y en las paredes, escudos con la insignia del dragón negro de Zafir.
Por unos segundos no supo dónde estaba. Intentó incorporarse, pero el cuerpo le pesaba. Una doncella corrió hacia ella al verla moverse.
—¡Su alteza! No debe levantarse aún, los médicos dijeron que debía descansar —dijo, arrodillándose.
Alexandra parpadeó confundida.
—¿Su alteza? —repitió.
La doncella bajó la cabeza. —Sí, mi señora. Soy Lira, su doncella personal. Ha estado dormida tres días, el médico dijo que fue un desmayo por agotamiento.
Ella guardó silencio. No recordaba haberse desmayado. No recordaba mucho, en realidad. Los recuerdos eran fragmentos dispersos: un j