CAPÍTULO 112 — EROS Y EL FINAL DE UN REINO.
El campo ennegrecido humeaba bajo un cielo gris, el suelo cubierto de cenizas y cuerpos destrozados. El aire olía a carne quemada y metal oxidado, la lluvia del día anterior dejando charcos de barro mezclado con sangre. Eros, herido y cojeando, huyó del valle principal, su caballo muerto en la batalla, su armadura rota colgando en pedazos. El muslo y el brazo sangraban a través de vendajes improvisados, el dolor como un cuchillo con cada paso. Sus mercenarios lo habían abandonado, viéndolo tambalearse, convencidos de que moriría en cualquier momento. Tropezó entre los árboles quemados de un bosque al borde del campo, las ramas carbonizadas crujiendo bajo sus botas. Cayó contra un tronco, jadeando, el sudor y la sangre corriendo por su rostro. La furia que lo había sostenido se desvanecía, dejando solo un vacío que le apretaba el pecho. Zafir estaba perdido, Claudia muerta, su ejército reducido a cenizas. Pero su ego, aun roto, lo mantenía vivo, un hilo de odio hacia Alexandra sostenié