CAPÍTULO 101 — EL PLAN DE GUERRA.
El palacio de Zafir era un laberinto de secretos esa mañana, los pasillos llenos de guardias que llevaban mensajes sellados y sirvientes que bajaban la vista para no atraer atención. Eros había convocado una reunión secreta en una sala oculta bajo el ala este, un cuarto pequeño con paredes de piedra cruda y una puerta reforzada que solo él y unos pocos conocían. El aire estaba viciado, cargado de humo de antorchas y olor a sudor, con una mesa improvisada cubierta de mapas arrugados que marcaban las fronteras de Lumeria en tinta roja, flechas toscas señalando rutas de invasión. Los generales seleccionados esperaban en silencio, sus armaduras crujiendo al moverse.
Kael, el más leal, con cicatrices cruzándole la cara; Tavel, el marqués ambicioso con ojos codiciosos; y dos capitanes discretos que habían demostrado lealtad ciega. No estaba el duque Lysmar. Su ausencia era intencional: como padre de Alexandra, ahora casada con el príncipe de Lumeria, no apoyaría esto. Su ducado albergaba el