Lía y Mikkel arreglaron su ropa, recogieron los documentos que habían caído al suelo y trataron de poner el escritorio en orden, querían borrar toda evidencia de lo que había pasado, unos minutos después, llegó la comida que habían pedido.
Al salir de la oficina, vieron a Arthur que estaba junto al escritorio de Kristine, intentando que riera.
—Y entonces el tipo le dice: "¡ese no es mi perro!" —dijo Arthur.
Kristine permanecía muy seria, escribiendo en la computadora, como si él fuera un mosquito molesto.
—Señor Holm, tengo trabajo que hacer —dijo ella sin mirarlo, Arthur suspiró, esa mujer era más dura que una piedra, casi nadie se resistía a sus encantos.
Lía evitó mirar a Arthur, se dirigió hacia su escritorio, sentía vergüenza, jamás en su vida se había comportado así, y menos en un lugar de trabajo, que los hubiera pillado era lo peor que podía haberle pasado. "Dios mío, ¿qué pensará de mí ahora?", pensó, sintiendo que quería que la tierra se la tragara.
Mikkel, por su parte, pe