Cap. 85 Lo sé, Julia

Lo miró, a ese hombre que una vez amó con toda su alma, y pensó en lo que podrían haber sido. Podrían estar disfrutando de sus nietos, de un retiro dorado, viajando, riendo, siendo abuelos excéntricos y felices. En lugar de eso, estaban allí: aliados forzados, cómplices en una guerra sucia, estrategas en un tablero familiar envenenado.

Habían recuperado una forma de complicidad, sí, pero el matrimonio, la intimidad, la confianza ciega... eso tal vez nunca regresaría. El fantasma de Celeste, y de su propia estupidez, se interponía entre ellos como un muro de hielo.

—Augusto... —logró decir Isabella, su voz un poco más suave de lo habitual

—Te ves... animado.

Augusto, al oír su voz, se iluminó como un perro faldero que recibe una caricia inesperada. Una sonrisa amplia y genuina, que hacía que los bigotes pintados se arrugaran, le iluminó el rostro.

—Mientras te diviertas —dijo, con un tono que pretendía ser casual, pero que tenía un dejo de coquetería antigua, de ese hombre que sabía c
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